Antístenes, el principal creador de los insolentes
«A lo largo de tu vida fuiste un perro, Antístenes, de semejante naturaleza que sabías morder con tus expresiones, no con tus dientes» (Laercio 288) . Diógenes Laercio muestra una imagen de Antístenes que lo retrata como un pensador cosmopolita.
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«Anular la moneda de hoy» -o quizás acuñar una exclusiva moneda (paracharáttein to nómisma)- era el eslogan del perro Diógenes. La subversión de los valores habituales de la sociedad fue el primordial postulado de esta filosofía guerrillera y practicante, que se alejó tanto de las academias filosóficas (haireseis) de la temporada helenística como de la ética burguesa clásico, sugiriendo un retorno a la naturaleza, a los orígenes de la hombre a la Simplicidad.
El cinismo como doctrina
El término cinismo asimismo se usó para designar la doctrina de la escuela insolente, establecida en la época del siglo IV a.C. Fue establecida por acólitos de Sócrates. La denominación brotó como un adjetivo denigrante a su forma de vida, puesto que los insolentes desdeñaban la riqueza y los recursos materiales.
Antístenes y Diógenes de Sinope fueron varios de los pensadores mucho más esenciales de esta escuela que pensaban que la civilización era mala para el hombre que debía convivir con la naturaleza.
Espléndidas oraciones y anécdotas de Diógenes
Entre las muchas anécdotas, quizás la mucho más conocida sea la del acercamiento del cínico con el emperador Alejandro Magno.
De visita en Corinto, al saber las características del pensador, se aproximó a él y verificó instantaneamente si era cierto que vivía en un tonel. Diógenes se presentó como Alejandro Magno y respondió, sin inmutarse, que era Diógenes el Cínico.
¿Qué es el cinismo?
Un individuo insolente es aquella que actúa o charla mal, pero lo realiza de forma atrevida y desvergonzada. Esto es, un cínico es alguien que charla de algo a sabiendas de que no es cierto, o hace algo a sabiendas de que no está bien, sin que ello forme algún género de padecimiento ética, puesto que es un desértico y fatalista de la sociedad humana.
Pensemos, por poner un ejemplo, en un político que, en una entrevista en la televisión nacional, protege la necesidad de juicios justos y con transparencia y lo realiza con una sonrisa: se ríe pues sabe que es él mismo en los injustos y corruptos. implicado en métodos judiciales, pero todavía afirma lo que afirma. Tal actitud de descaro, insolencia o desvergüenza es lo que acostumbramos a llamar una actitud insolente.