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¿Qué es el gueto y en qué consiste?

yo era comunista

¿Qué es lo que significa ser dejado el día de hoy? Pregunta clara y también imprecisa al unísono. Claro, por el hecho de que indudablemente es simple hacer un catálogo de maneras de ser dejado. E inclusive una distinción entre la manera de llevar a cabo y no llevar a cabo algo, pues en semejantes áreas siempre y en todo momento va a existir un imperativo categórico.

En verdad, hay cosas que no se tienen la posibilidad de llevar a cabo. De ninguna forma y ocurra lo que ocurra.
Por poner un ejemplo: no puedes trabajar para la gaceta Le Figaro tras romper con la estrategia conservadora del Partido Comunista Francés de Georges Marchais (con mucha razón: ¡gracias nuevamente, Bravo!). Tampoco se puede redactar, especialmente si se tiene un historial de militancia, que «los servicios de sabiduría, la CIA o la SDECE, son menos anticomunistas que el intelectual medio de izquierda por el hecho de que tienen información real…», concluye. . : “Los estadistas burgueses tienen una visión menos histérica de las cosas que los intelectuales, que solo viven de símbolos. En ese sentido, honestamente quiero como escritor a Marcelino al Ministro de Policía de Sóller, si bien fuera inconsistente, voluble y habituado a los cambios mucho más imprevisibles.

Podríamos continuar de esta forma a lo largo de un buen tiempo. Cada día se muestran en las publicaciones oraciones llamadas de izquierda de hombres que se creen de izquierda y espiran el mucho más repugnante fragancia a regresión.

No obstante, el interrogante es imprecisa si no entendemos a quién se el interrogante. Si no entendemos quién responde. Por servirnos de un ejemplo, si jamás has sido comunista; o si eres comunista ya hace un buen tiempo (¿pero exactamente en qué temporada?, ¿con qué responsabilidades?, ¿exactamente en qué nombre?); o si jamás fuiste estalinista pues entonces no tenías la edad bastante pero eras maoísta (lo que es peor tras todo), el interrogante no expone exactamente los mismos inconvenientes. Solo en un caso el interrogante supone «no»: si uno es todavía comunista o se convirtió últimamente en comunista (pues todavía hay afiliaciones con la PC, pero eso semeja bien difícil de imaginar si se olvida que nos encontramos curados de esto). alienación). , las irrazonables causas que en su instante nos impulsaron a llevarlo a cabo, en tanto que no todos tienen la esa -o el mérito- de ser huérfanos de celebración). En un caso así, ser comunista y ser de izquierda son lo mismo según la brillante transparencia de una aceptable conciencia absolutamente opaca a sí y ciega a la verdad. Para resumir, fuera del contexto biográfico, existe el peligro de que la contestación a esta pregunta quede vaga. O insignificante.

En labras de la claridad, nos observamos obligados a empezar con lo que es mucho más obscuro y turbio, o cuando menos raro, en el planeta: con lo que hemos experimentado. No se habla, no obstante, de contar nuestras vidas, por atrayente que sea un resurgimiento del yo bajo el anonimato de las vivencias políticas allanadas por un alegato monolítico. El punto es enseñar de qué forma lo vivido y lo conceptual en una experiencia política y cultural del siglo XX, la revolución científica y técnica -cuando menos definitiva para la reestructuración despiadado en curso del mercado mundial, la división en todo el mundo del trabajo y el trastorno de las fuerzas productivas del capital popular – pero, me semeja, el siglo del fracaso planetario de la revolución comunista).

Para ser precisos, la cuestión de una situación de izquierda el día de hoy debe proponerse ad hominem. Yo, 57 años, español de nacimiento, cosmopolita por vocación, políglota y resuelto a proseguir siéndolo, hipóparator del Liceo Henri IV a los diecisiete, preso en el maquis borgoñón a los diecinueve y después, pasada la veintena, festejado en Buchenwald Habe, comunista desde 1941, integrante persistente del Partido Comunista de España en 1952, se negó a abrasar Kafka y como los cuadros de Fougeron, y no obstante estalinizado ideológicamente, se sumergió alegremente en el misterio antifranquista a lo largo de diez años, desde 1956 integrante de la dirección del citado Partido -en la fugaz avalancha de desestalinización burocrática- bajo el seudónimo de Federico Sánchez, expulsado en 1964, escritor desde, con cinco libros publicados y cinco guiones escritos, yo, entonces, 1981, ¿por qué razón qué mucho más digo que soy? ¿Izquierda?

Tratemos de argumentar.

Moscú, 1960

En el mes de agosto de 1960, si no recuerdo mal, el Palacio que cobijaba el Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética en Moscú tenía una testera levemente rosa ocre. Salvo que fuera un verde pistacho angosto como una oblea. En todo caso, un color que recordaba los orígenes italianos de los arquitectos que otrora edificaron el corazón monumental de la región.

En la salón del edificio del Comité Central había una mesa extendida y un tapiz verde. Jarras de agua, lapiceros, blocs de notas. Sin cenicero, pues está contraindicado fumar: el camarada Suslov por supuesto no es compatible el fragancia a tabaco. Las delegaciones ingresan a la salón, como es debido, de forma fraternal. Por una parte, los representantes del Partido Comunista de España: Dolores Ibárruri, la “Pasionaria”, presidenta del mismo; Santiago Carrillo, Secretario General, y los integrantes del Comité Ejecutivo: Enrique Líster, Ramón Mendezona y Federico Sánchez. El último: yo mismo, si no recuerdo mal.

Del otro lado, cerca de Suslov —prominente, angosto, con anteojos con montura de acero y mechones rebeldes de pelo blanco— se encontraba el incondicional Ponomarev y unos cuantos oficiales de la Sección Extranjera de la PCUS. Boris Ponomarev, en este momento responsable de supervisar los partidos marxistas de todo el mundo occidental, una labor poco a poco más bien difícil, está allí desde la década de 1930: entre los bez-prizorni, o pequeños indigentes, que salió de la marginalidad y se transformó en la mano derecha de Dimitrov, con su apariencia un burócrata minucioso, especialista en el arte de no tener jamás un concepto personal que se desvíe de la línea oficial, sin importar lo más mínimo ediciones o cambios bruscos.
Tras el saludo formal, nos ponemos manos a la obra. Y este núcleo radica en instantes de apogeo ideológico de los propios «partidos hermanos» solo en un trueque ritual de información sobre la política respectiva. Se publica entonces un aviso, que charla de la unidad de los puntos de vista y de la cordialidad de la charla. Amén.

Carrillo charla primero: honrar al invitado. En unos 40 minutos sintetiza las líneas fundamentales de la estrategia del PCE: luchas pacíficas de masas; Empleo de opciones legales, aun si estas son limitadas; Política de extensas coaliciones antifranquistas, etcétera. Un plan, como alguno puede sospechar, inspirada en las conclusiones del XX. Congreso de la PCUS. Si hay que remontarse mucho más atrás, en parte asimismo hay que al consejo que nuestro Stalin dio en 1948 a una delegación del PCE donde estaban 2 de los líderes en este momento presentes: La Pasionaria y Carrillo. Al fin y al cabo, Suslov no aprende nada nuevo oyendo al secretario general del PCE. No hay sorpresa viable: ahora conoce realmente bien las premisas y los desenlaces de la política que destapa Carrillo.

Pero solamente charla Suslov, solamente se felicita por unas oraciones estereotipadas sobre la estrategia adecuada para el PCE, empieza otro alegato con una línea absolutamente contradictoria. A lo largo de mucho más de una hora anunciará a la delegación de españa que un partido comunista no puede fundamentar su estrategia de forma exclusiva en una línea pacífica, en la visión de una avanzada democrática. Que uno siempre y en todo momento ha de estar listo, no solo teóricamente sino más bien asimismo materialmente, para cambiar de caballo en la mitad de la carrera y establecer un enfrentamiento violento, si es requisito armado e inclusive insurrecto. Manipulando todos y cada uno de los clisés leninistas sobre la pelea de clases, el imperialismo y la necesidad de romper el aparato estatal burgués, Suslov nos ofrece la lección en un tono extremista. (El día de hoy, en el momento en que se me sucede leer las inacabables y también indigeribles resoluciones de la Dirección Estratégica de las Brigadas Rojas, me semeja admitir en ellas un eco -ido, indudablemente, por el hecho de que he perdido todo enunciado operativo sobre la verdad, pero un eco, indudablemente Embargo – de ese viejo alegato izquierdista marxista-leninista de Suslov.)
No pretendo en este momento investigar los probables fundamentos de la diatriba de Suslov en el contexto del enfrentamiento latente en el conjunto de liderazgo de Jruschov sobre todas y cada una de las cuestiones de la desestalinización. Tampoco debe examinarse en concepto de las divergencias con el Partido Comunista Chino, con el que el enfrentamiento se acentuó y se realizó mucho más abierto recién en aquel verano de 1960, cuando menos entre los conocedores del movimiento comunista.

Tampoco me preocupa enseñar qué secuelas tuvo el credo de Suslov para la historia interna del PCE. Había varios, pero eso es otra cosa.
Lo que sugiero es mucho más con limite. Y asimismo mucho más personal. Pues ese día de agosto de 1960, en el calor agobiante de Moscú, marcó una época vital, final, para ser franco, en el desarrollo que me llevaría a entender el auténtico estado de la burocracia política soviética. Del mismo modo vital para mi conciencia de la tremenda agitación de los valores de «izquierda» y «derecha» que caracteriza la historia del bolchevismo.

En verdad, usando una fraseología de “izquierda”, Suslow demandó que estuviésemos listos para hacer las políticas mucho más reaccionarias, en tanto que él habría apartado al PCE, roto o sacudido los nudos que le quedaban con las masas y apartado al ghetto de todo dogma. . Y esto, como en 1929 (clase contra clase), como en 1939 (pacto germano-soviético), como en 1947 (Cominform), únicamente en interés de un viable cambio en la diplomacia soviética en interés del estado ruso. Bueno, no hay solamente reaccionario en el planeta, evidentemente, volveré sobre eso, y solamente derechista que el presente estado ruso (o soviético).

Una ideología de la legitimidad

«¿Pero, qué afirmas? 1960? ¿Verano? ¿No es tarde para tomar conciencia de esas triviales verdades que charlas con el tono de haberlas descubierto? ¿No se habría dicho, analizado y elaborado conceptualmente todo lo mencionado bastante antes? 1960?

Entonces escucho susurros de indignación. Y risa sarcástica. Indudablemente la ocasión funciona bien para aclarar las cosas. Sí, 1960 es verdaderamente tarde para ver de forma plena la naturaleza de la sociedad soviética a través del espéculo de su clase dirigente. Pero tal conciencia siempre y en todo momento llega bastante tarde en el momento en que uno está activo en las filas del movimiento comunista, en vista de las opciones objetivas de la información crítica y las pretensiones de una visión realmente de izquierda.

En verdad, la práctica componente crea indudablemente una ideología de legitimidad que obscurece la verdad y forma un velo. La iniciativa de una práctica colectiva, o sea, enormemente orgánica, institucionalizada (aun si aceptamos la manera de organización mucho más maleable), con la capacidad de cuestionarse todo el tiempo a sí, es solo un sueño dichoso. Toda organización componente inspirada en el marxismo destila la ilusión de transparencia dialéctica y de trueque entre teoría y práctica, como el hígado segrega bilis, dicen los positivistas. Para romper con esta ideología y cerrar la brecha en la verdad, uno debe más que nada romper con la organización. Y este es un tema que es dependiente tanto de las situaciones biográficas y también históricas que de él es imposible derivar ninguna regla. Y, más que nada, no cargada de criterios morales a priori. Lo fundamental, entonces, no es comprender cuándo se rompió con la mistificación de las organizaciones que se dicen marxistas, sino más bien ver hasta dónde se llegó en ese sendero de separación. Por el hecho de que existe quien no llega lejos, que tiene poco aliento, eso es cierto.

Claude Lefort, entre los pocos intelectuales franceses de izquierda que no se encontraba retrasado en estos temas sino más bien adelantado a su tiempo en la conciencia, escribió en su ensayo sobre Solzhenitsyn (One Man Too Many) que “el sendero de la multitud” no está de pie. aquí en la corte. Entre esos fuera del partido que hicieron del nombre de la URSS un baluarte contra la inseguridad, y entre esos que adoptaron una posición en la mayoría de los casos militarista y comprometida, están esos que abandonaron su creencia en el momento en que se causó el golpe de Praga. , y otros en el instante del juicio Slansky o la caída de las camisas blancas, otros aguardando la intervención de los de Checoslovaquia hasta el alzamiento húngaro, los altercados en Polonia, o la invasión de Budapest por los tanques rusos, o aun considerablemente más siguientes . En cualquier caso, la experiencia prosigue un sendero no preciso por los hechos mundiales, sino más bien desde lejos”.

Podríamos agrandar la lista de Lefort y charlar de Afganistán, por poner un ejemplo. O augurar que si sobrevivimos en los próximos años, la política exterior soviética no dejará de ofrecer a otras generaciones de componentes o intelectuales simpatizantes otros fundamentos de conciencia y separación. Pero la esencia es en este momento la última oración del parágrafo mencionado de Lefort: «Lo que, por contra, expone un inconveniente», ha dicho, «es el fenómeno popular de la negación de los hechos con relación a el cosmos soviético».

O sea exactamente lo que forma un inconveniente, y ​​indudablemente el inconveniente fundamental de todo pensamiento de izquierda: su incapacidad general para capturar, o mucho más bien su intención de no capturar, la verdad popular de la URSS, su carácter represivo, su propósito de expansión imperial.

Trotsky, antes de Stalin…

En el primer mes del año de ese año (1981) en Barcelona, ​​a lo largo del V Congreso del PSU (Partido Comunista Catalán), para justificar la intervención soviética en Afganistán, un encargado obrero chilló: “Jamás olviden, camaradas, que detrás venía el ¡Tanques, tractores y campañas de alfabetización!» Alén de que no se aferra a ninguna situación y solo expresa una piadosa ilusión, esta exclamación es intensamente reveladora. No solo de una situación de hecho en el comunismo hispano —cuya crisis de hoy, en su contradictoria dificultad, no pretendemos investigar aquí—, sino más bien asimismo de una posición política clásico. De la historia y de las secuelas que se sienten de forma fácil alén de eso. Una posición consistente en usar razonamientos de “izquierda” y lo que sea para respaldar o aun justificar, con el tiempo, limitaciones tácticas y morales a las compañías del estado soviético.

¿Qué trataba de comunicar este encargado de los trabajadores de Llobregat, Cataluña? Con la crueldad que resulta de una situación popular salvajemente estropeada por el desempleo y la inflación, con la religiosidad que siempre y en todo momento irrita la carencia de perspectivas políticas, proclamó su identidad proletaria por medio de la identificación con un curso en teoría glorioso de la historia. Quedarse a la izquierda 2Ed CarosiaLos tanques rusos, como los lanceros polacos de Napoleón, en algún momento fueron portadores objetivos del avance histórico, las luces de la razón.

Una vieja ilusión, indudablemente. Mucho más bien, es una ilusión mortal que ayuda a nublar, desmontar o esparcir las fuerzas de renovación hipotéticamente palpables en las organizaciones políticas de la izquierda europea. Ya que esta noción del carácter “objetivamente” progresista del régimen que brotó de la Revolución Rusa de 1917 causa estragos no solo en las filas de los partidos marxistas. Mucho más bien habría que apuntar en esta página una pérdida de agilidad en el triunfalismo frecuente, una vaguedad teorética esmeradamente preservada que deja a los exagerados ideólogos accionar simultáneamente en defensa de los derechos humanos y de la política exterior de la URSS. . Desde el “acompañamiento incondicional de la Unión Soviética, piedra de toque del internacionalismo proletario”, que provocó esenciales pérdidas hasta el siglo XX.

Por otra parte, en la intelectualidad de izquierda y en el socialismo democrático, existe esta ilusión de un papel positivo para la Unión Soviética, por poner un ejemplo, como elemento del equilibrio mundial; y asimismo por su acompañamiento a determinados movimientos del Tercer Planeta- prosigue envenenando el enfrentamiento. O mucho más bien, ciérralo antes que lo hayas iniciado. En ocasiones, donde los partidos socialistas están en el poder, la razón de ser de una Ostpolitik de distensión y también trueque comercial se nutre de esta iniciativa y, por su parte, le da novedosa fuerza y ​​nuevos contornos. En otros sitios, donde los partidos socialistas aspiran a este poder – bastante legítimamente y uno no puede dejar de alentarlo – un plan de unificación de la izquierda nutre el silencio, la torpeza, las obliteraciones en el análisis de los regímenes del Este.

En todo caso, el grito de este encargado al Congreso del PSUC en el mes de enero de 1981 fue novedad en los diarios españoles. Ciertos cronistas aun vieron mostrarse el espíritu de Stalin tras esta proclama. Al llevarlo a cabo, probaron su ignorancia, o cuando menos su inexactitud. Mucho más bien, el encargado nos haría meditar en Trotsky. En verdad, en 1939 o 1940, este comunista catalán repitió prácticamente textualmente los razonamientos de Trotsky. Y precisamente no lo sabía. Además de esto, no se habría podido recobrar de haberlo conocido: se habría quedado con la boca abierta.

En cualquier caso, Trotsky dedicó parte importante de los 2 últimos años de su historia -hasta el día de agosto de 1940 en que fue ejecutado por Ramón Comerciante, componente del mismo PSU, compañero de armas y joven de varios de los hombres que todavía dirigen ese partido- a uno intolerante Polémicas contra sus camaradas, líderes franceses o norteamericanos de la Cuarta En todo el mundo, que desde 1937 y mucho más aún desde el pacto Hitler-Stalin y la partición de Polonia cuestionaron el trabajador natural de la Unión Soviética Estado, aun en el momento en que fuera degenerado, y la proposición de León Davidovich, quien propugnaba la defensa incondicional de este Estado. Voy a citar solo una oración de Trotsky de los contenidos escritos de esos años, cuyos elementos fundamentales de discusión están en la compilación Defensa del marxismo. Aquí lo tienes:

En el momento en que las tropas francesas invadieron Polonia, Napoleón firmó un decreto que afirmaba: “Queda derogada la servidumbre.” Esta medida no le fue dictada a Napoleón por su simpatía por los campesinos ni por los principios democráticos, sino más bien por visto que la dictadura bonapartista fundamentada en la burguesía y no en la feudalidad. propiedad. Ya que la dictadura bonapartista de Stalin se apoya en la propiedad estatal y no en la propiedad privada, la invasión de Polonia por el Ejército Colorado en semejantes condiciones debe implicar la abolición de la propiedad privada capitalista…

El razonamiento de Trotsky semeja claro. O explicado de otra forma, es raro, pero no hay duda de que tiende a justificar la proposición de la defensa incondicional del Estado estalinista fundamentalmente sobre la base de la superioridad doctrinal que asigna a la propiedad estatal sobre la propiedad privada. Exactamente contra semejantes proposición se desarrolló una discusión en la IV En todo el mundo de 1947, encabezada por la corriente Castoriadis-Lefort, de la que brotó el conjunto “Socialismo o Barbarie”, jamás se puede exagerar la medida en que sus proyectos influyen en nuestra historia. alumbrar Estructurar nuestra conciencia, si bien sea retardada, de que dejamos de generar una práctica de masas. (Pero este último punto expone un inconveniente que no se puede esbozar aquí.)

En cualquier caso, fueron los intelectuales de la Oposición de Izquierda los que supieron desacreditar el estalinismo y confrontar el triunfalismo doctrinal de Trotsky al mostrar las inconsistencias de su estrategia, que fueron tomadas como el más destacable, si no el único, ejemplo de claridad teorética. y lo fué desde la década de 1920. Para persuadirse bastaría leer o releer la carta que Boris Souvarine dirigió a Trotsky el 8 de junio de 1929 (reproducida en la compilación Contributions à l’histoire du Komintern, editada por Jacques Freymond, Droz, 1965). Los puntos de vista de una intelectualidad histórica siempre y en todo momento eficiente están sobre el grupo de las cuestiones del movimiento comunista de entonces y sobre el inconveniente de la «derecha» y la «izquierda» que aquí nos ocupa.

la piedra de toque

Aquí nos encontramos de nuevo al comienzo: ¿Con qué se puede detectar uno el día de hoy, de qué forma se puede caracterizar el pensamiento genuino de izquierda? La contestación es parcialmente fácil. Se distingue por dado que no repudia completamente el análisis de la naturaleza popular de la URSS y saca todas y cada una de las conclusiones morales y políticas de él. Si invierte la fórmula de ayer, puede decir que la piedra de toque del pensamiento de izquierda es una actitud crítica hacia la URSS, actitud que, evidentemente, supone el rechazo de los partidos que surgen de la tradición del Komintern, por el hecho de que usted no está en caso y en ningún caso reformable. Cualquier vacilación, cualquier falsa fuga sobre esta cuestión central, cualquier tentación de socorrer el socialismo «auténtico» o «primitivo» o «inacabado» (que los teólogos escojan sus adjetivos, que sus sofismas sobre el altar del curso de los hechos, que… cultivar). fluído incontenible de cosas; solo puede conducir a un callejón sin salida teorético y práctico).
A mi parecer, y en este momento para aliviar las cosas, un pensamiento de izquierda solo puede articularse con la máxima urgencia, con todos y cada uno de los peligros de simplificación que implica, cerca de 2 proposición centrales, que trato de sintetizar.

1. Aun si las situaciones que rodearon el surgimiento de una exclusiva clase explotadora en la URSS están lejos de finalizar, aun si el desempeño exacto de las novedosas relaciones de opresión debe analizarse mucho más intensamente, hay una conclusión que predomina y que es imperativo haberlo seguido Tengan el valor de encararlo: la victoria bolchevique en el mes de octubre de 1917 fue una catástrofe para la clase obrera mundial.
Indudablemente fue una pieza maestra de la táctica política (¡demos a Lenin lo que es de Lenin!); Indudablemente provocó y propagó no solo en la vieja Rusia zarista sino más bien en el mundo entero el movimiento popular mucho más poderoso, la «ilusión lírica» ​​mucho más vertiginosa de la historia actualizada; Esto no significa, no obstante, que su resultado básico no haya sido solo crear una exclusiva sociedad de opresión burocrática, sino más bien asimismo, lo que es peor, achicar a la clase obrera al papel único de productora de plusvalía y despojarla de autonomía verídica activa interior. , desde exactamente la misma ocasión de batallar por la hegemonía. Ningún régimen capitalista pasó, o por definición puede pasar, esta prueba de fuerza, en tanto que su “avance” es dependiente en una parte de las luchas y expansión de nuestra clase obrera.
Por ende, es requisito condenar el régimen que ha surgido, no sobre la base de criterios de derechos humanos, por respetables que sean, ni sobre la base de reivindicaciones democráticas, por definitivas que sean, sino más bien desde la perspectiva de la clase obrera. de la refulgente victoria de los bolcheviques. Pero hay que dejar en claro que evaluar por un pensamiento de izquierda equivale a pelear.

2. Con en comparación con marxismo, con relación al como se definió el pensamiento de izquierda contemporáneo (“horizonte infranqueable”, etcétera.), baste decir en este momento que es requisito en tanto que su práctica está centrada en la URSS y los partidos marxistas supone terminar a a la iniciativa latente de una clase universal cuya misión histórica sería cambiar el planeta. Por el hecho de que el proletariado no es este tipo, lo que puede ser probado no solo por la experiencia histórica, sino más bien asimismo por una producción conceptual que no debería negar varios de los análisis mucho más esenciales del propio Marx, sino más bien sencillamente desarrollarlos mucho más. Y es la irrealidad histórica del proletariado como clase universal la que se arraiga en el papel del remplazo paródico y totalitario de lo único: el partido de Estado.

En consecuencia, va a ser preciso intentar terminar con el fantasma de una sociedad absolutamente unificada y sin ambigüedades; Debe comprenderse que la sociedad democrática se apoya en el enfrentamiento y la contradicción, en su desempeño reconocido y todo el tiempo nuevo, y no en su transgresión (o anulación) totalitaria y de otra manera ilusoria.

Precisamente, sólo algunas de las ideas primordiales para esta inversión teorética se hallarán en la obra de Marx, especialmente si nos ajustamos a su codificación de hoy, tan diferente como ineficaz. Hay que buscar en otra sección y también inventar novedosas ideas. Pero uno puede hallar en exactamente el mismo Marx varios de los temas y también inspiraciones críticas que nos asistirán en esta labor de liquidar el marxismo.

para ser dejado el día de hoy

En este punto de la reflexión, sería preciso, por una parte, realizar un cómputo de las vivencias personales que llevaron a semejantes puntos de vista y, por otra parte, contestar a una pregunta que aparece: burlonamente en primer chato: ¿Puede un plan, una práctica colectiva de avance? ¿O este radicalismo crítico (radicalismo significa agarrar las cosas de raíz, dicen) conduciría mucho más bien a una ética personal, a una práctica individual, golpe a golpe?
En cualquier caso, es evidente que se deja en paz expresar semejantes críticas sobre la elaboración de una práctica de pensamiento de izquierda. Pero no es menos visible que, con ciertos matices, somos varios los que nos encontramos solos en Europa en este sentido. ¿Te imaginas la pelea caritativa de toda esta soledad?

No examinaremos esta cuestión el día de hoy. Primero, por el hecho de que transporta bastante tiempo realizarse. Y después, por el hecho de que termina de reventar un enorme revuelo entre los que leen de “izquierda” de este panfleto. Los puedes percibir chillando en las esquinas, instándome a rememorar que no he dicho una palabra sobre la derecha, ni sobre el imperialismo estadounidense, no sobre las sanguinolentas dictaduras de América Latina. ¿Y no debemos definirnos y expresarnos primordialmente sobre esta base si actuamos de izquierda o cuando menos deseamos ser de izquierda?
En una carta fechada el 15 de noviembre de 1945, George Orwell (y el lector capaz indudablemente lo apreciará, desde Souvarine hasta Lefort) en este momento redacta sobre Orwell, cualquiera que sean las visibles diferencias en medio de estos autores, el hilo de Ariadne que le tomo el pelo, que Orwell entonces escribió: «Me da la sensación de que los crímenes recientes que se están cometiendo en Polonia, Yugoslavia, etcétera. no tienen la posibilidad de ser denunciados si uno lo realiza». India. Pertenezco a la izquierda y actúo en esa izquierda, sin importar un mínimo qué grande sea mi odio hacia el totalitarismo ruso y su catastrófica predominación en el país…»
Desde un criterio metodológico, la sugerencia de Orwell es siempre y en todo momento válida, indudablemente. Una práctica de izquierda no es aquella que establece una suerte de geometría tranquilizadora, que va desde protestar contra el gulag siquiátrico de Brezhnev hasta condenar a Pinochet: es más que nada aquella que sabe confrontar a los proyectos de su clase dirigente.

Por ende, la pelea popular diaria, la pelea sanguinolenta por la eficacia capitalista, es la primera preocupación de los trabajadores. Es la auténtica razón de ser. Y los intelectuales de izquierda han de estar con ellos en esta pelea específica, sin la que, dicho sea de paso, no existiría la sociedad civil: una observación al espéculo soviético es suficiente para persuadirse de esto. Desde la perspectiva de la experiencia de masas de la clase, entonces, por supuesto, esta confrontación tiene prioridad absoluta. No está mal para reiterar. Conque hagámoslo nuevamente.

Seguidamente, asimismo debemos confrontar las críticas imperiales de nuestra burguesía en aquellas zonas de todo el mundo occidental donde todavía tienen la posibilidad de tenerlas. Esto asimismo es una necesidad absoluta. Aber stellen wir sofort fest, dass wir, auch wenn der (relative) Volkskampf gegen den Algerienkrieg in Frankreich und der (massive) Kampf gegen den Vietnamkrieg in den Vereinigten Staaten eine entscheidende Rolle bei der Lösung des Konflikts gespielt haben, immer noch auf eine vergleichbare Situation hoffen Kämpfe in der UdSSR gegen die Invasion der Tschechoslowakei oder Afghanistans, um nicht zu weit zurückzugehen. Womit Dritte-Welt-Geschrei jeglicher Art wieder in die Schranken gewiesen wird.

Es geht also nicht darum, von der Spitze unserer privilegierten Position als „linke“ Intellektuelle in eine Arbeiterbewegung zurückzufallen, sei sie christlich, maoistisch oder dumm stalinistisch. Es geht darum, über eine Strategie nachzudenken, die über die Arbeitsbedingungen hinausgeht oder diera zumindest verändert. Ist diera Strategie möglich? In welchem ​​historischen Kontext? Um welche programmatischen Achsen herum?

Um es nun klarzustellen: Die grundlegende Frage ist nicht Pinochets Barbarei, noch die Demontage der lothringischen Stahlindustrie, noch nicht einmal Reagans neue imperiale Zurschaustellung. Die grundlegende Frage ist die nach der Haltung gegenüber der UdSSR und den kommunistischen Parteien. Solange die Linke diera Frage nicht neu gelöst hat, wird sie nicht einmal in der Lage sein, eine Strategie der sozialdemokratischen Hegemonie vorzuschlagen. Ich möchte Sie nicht bitten, den Antrag auf eine Antwort an die in Krisensituationen tätigen Totalitaristen von parlamentarischen Systemen zu überprüfen. Ser de izquierda, hey, pasa por esta aparente deviación.

Es ist nicht sicher, ob das Meer gut verstanden wird. Vor Ort, viel Verständnis. Aber Sie müssen darauf bestehen, dass das passiert. ~

Traducción von José de la Colina
Veröffentlicht im Jahr 1982 bei der Vuelta.

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